Empresaria que ve cómo del machismo laboral la hicieron más fuerte y valerosa.
La historia de Corinne inicia como la de muchas mujeres que consiguen un empleo y viven episodios de machismo por conductas normalizadas en las organizaciones. Hoy esta exitosa empresaria mira atrás y ve cómo del machismo laboral la hicieron más fuerte y valerosa. En una oficina en el norte de Quito ella es la responsable, hoy, de que muchas mujeres puedan obtener el apoyo para formar sus empresas. Corinne sonríe. Ella ve reflejada en la lucha y logros de estas mujeres a sí misma. Vive satisfecha.
“No fue un camino sencillo, tuve altos y bajos, errores y aciertos, pero el deseo de crecer y siempre aprender ha sido valioso”, recuerda. Su madre enviudó cuando tenía 4 años y su hermano 2. “Mi mamá es el reflejo de lo que siempre quise ser. Ella fue un ejemplo de superación. No la tuvo fácil, pero jamás se desmotivó. Y eso me guía día a día”, agradece.
El ejercicio de su carrera vinculada al marketing y los negocios ocurrió en grandes multinacionales y compañías familiares. Empezó en cargos operativos. Su último trabajo de dependencia fue en 2017, donde ya era la única mujer ocupando una posición en el Comité Directivo y de ahí salió del mundo corporativo. “Vi el techo de cristal y supe que no iba a crecer más como quisiera. Salí en busca de nuevos retos profesionales. Todo por mi cuenta. Fueron momentos duros, de mucho susto”, rememora. Corinne fundó en 2019 CREAS Ecuador, un Fondo de inversión de impacto ecuatoriano, con la misión es apoyar al emprendimiento.
Para Corinne los fracasos son importantes. “Si bien apenas llegan son tremendos, trágicos, con el tiempo uno ve lo que aprendió. Sirven sencillamente para tomar impulso. Si una puerta se cierra, otras se abren”, afirma como una filosofía de vida.
En su primer trabajo experimentó la quiebra de esta empresa. Algo muy sensible para quien recién empieza a volar dentro del mundo laboral. Pero vino un aprendizaje aún más fuerte. “En otro trabajo viví un despido masivo. Despidieron a 400 personas sin previo aviso. Estaba muy contenta ahí. Llegué un día y sin pensarlo me despidieron estando embarazada. Salí de la compañía sin poder entregar los pendientes. No me sobrepuse de inmediato. Estaba frustrada. Sentí que no eran relevantes mis actividades. Esa experiencia me enseñó dónde no quería trabajar y aprendí también, que el mayor tesoro de una compañía son las personas. A una organización le va bien si hay buen trato a sus personas, si se tiene sus necesidades por delante. Eso me ha dado a mí hoy muy buenos resultados”, cuenta.
Y de ahí viene el aprendizaje y la experiencia que la armó totalmente; lo que la llevó a apoyar a una diversidad de mujeres. Ella, al igual que muchas, fue víctima de cierta forma de machismo en casi todas las empresas donde laboró. En una de ellas Corinne había trabajado arduamente por lograr un ascenso que terminaron dándole a su colega. Consultó a sus superiores los motivos por los cuales no la eligieron y le dijeron que era decisión tomada. Para empeorar el panorama, ella fue asignada a apoyar a su colega recién ascendido para que él ejerza bien su nuevo cargo. La razón: Corinne estaba mejor capacitada.
Muchos años después, Corinne considera que el machismo en las organizaciones es cada vez menor. Incluso dice que al menos hoy se habla del problema. Además, reconoce que muchas compañías tienen nuevas políticas que evitan este tipo de casos. Sin embargo, piensa que los cambios deberían acelerarse.
Y es ahí cuando habla del Fondo CREAS que ella dirige. Con orgullo dice que cada trimestre presenta tres proyectos a un comité de inversiones. “Me impuse la meta de que al menos uno sea de mujeres. Es más difícil hallarlos. No hay tantas mujeres fundando empresas”, recuerda. “Pero al final ese esfuerzo extra me ha traído tremendos resultados: actualmente más del 60% de mi portafolio son emprendimientos fundados por mujeres y tienen un excelente desempeño”, destaca.
Corinne aconseja a las mujeres y niñas de hoy: “Confíen en su potencial y persigan sus sueños. Van a encontrarse en el camino con gente que les va a decir que no pueden, que no es posible, pero que no se dejen desanimar. Algunas veces nosotras mismas nos saboteamos al no sentirnos suficientemente preparadas. Sufrimos el síndrome del impostor. Hay que vencer eso y confiar de verdad en el potencial. Hay que preparase, pero sabiendo que no siempre se estará al 100%, lo vital es tomar riesgos, tener seguridad y no tenerle miedo al fracaso, que es parte del recorrido. Sin mis fracasos no estaría donde estoy. Asimismo, no se queden calladas ante las injusticias y no se queden donde no sean valoradas. Sepan rodearse de personas que las apoyen. Y recuerden, su cargo no las define, sino el impacto positivo que puedan causar en otras personas”.